Abjasia

Abjasia

Abjasia /Apjazeti /Абхазия / აფხაზეთი

Cómo dijo una gran periodista (Rosa María Calaf), una mujer sin miedo a la verdad: “Los medios de comunicación nos mantienen entretenidos, no informados” yo añadiría que nos mantienen maniatados al miedo justamente por la desinformación, esa desinformación a las órdenes del capitalismo, consumismo así como el  ensimismamiento más severo y deshumanizado que uniforma mentes y caracteres como si fuésemos robots sin alma. Y a veces el mayor enemigo es tu entorno inmediato que protege demasiado, convertido en el mayor peligro para el crecimiento y la independencia personal.

Abjasia, a no ser que la frágil geoestrategia de los límites de Europa cambie, es un país seguro a pesar de los temores que vierte la prensa amarilla y organismos oficiales occidentales. Su especial estatus de país no reconocido lo hace diferente a nivel de trámites de frontera y seguros internacionales dentro del país.

Georgia no reconoce la independencia de Abjasia y sólo lo hacen unos cuantos países de la órbita rusa o postsoviética como la propia Rusia, Venezuela, Nicaragua y algún olvidado y desconocido país de Oceanía como Naurú o Vanuatu. Abjasia  (el primer país europeo por orden alfabético) fue una república autónoma de Georgia pero se separó militarmente gracias a la ayuda de Rusia. La guerra causó una importante herida que sólo el olvido, el perdón y el diálogo podrán superar. En la frontera los colores y la particular bandera que parece que con una mano blanca nos indica “stop”. Más que eso esa mano blanca es un símbolo y amuleto particular de este cada vez más extinguido pueblo abjasio.

A las horas puntas en esta doble frontera sobrecoge el normal estrés de esas damas de negro que vuelven a la tragedia de lo acaecido en Gali y el Valle de Kodori. Esas mujeres que se mantienen en pie con su salvoconducto son las verdaderas vencedoras de una guerra sin cuartel, como todas las guerras innecesarias y con intereses oscuros y que sólo pagan y son víctimas los pobres. Creo que si algo me sobrecogió más en mi corta estancia en Abjasia fue la mirada perdida de estas damas negras que se amontonaban para pasar el control militar ruso de la frontera. Sus caras arrugadas y sus ojos prístinos son un avance del dramático paisaje a veces roturado y salvaje, a veces desolado y destruido de este país entre el Cáucaso y el Mar Negro.

10 experiencias para sentir el país

1. La luz y los atardeceres del Mar Negro en Sujumi

Suele pasar que donde se encuentra la paz del mar y la agreste montaña, la luz es bondadosa y especial, como el propio clima suave y acogedor de esta zona del mundo. Esto pasa, en general, en la costa abjasia y en especial en los decadentes paseos marítimos de las ciudades litorales como Sujumi (Sujum/Sukhumi), la capital. Edificios art decó recuerdan el pasado glorioso de estas ciudades balnearias donde venía como lo hace en la vecina Sochi, “la crème de la crème» del poder soviético ahora ruso. Cuando el sol desaparece sobre el espejo del Mar Negro, todo parece arder hasta la propia alma.

2. Antiguo parlamento de la República Autónoma de Abjasia

Una gran explanada nos recuerda que Abjasia estuvo en la órbita soviética y ahora rusa como lo demuestra la gran embajada de este país, quizá ahora el edificio más monumental. Frente a este descomunal espacio abierto un gran edificio administrativo, exagerado para el tamaño y la importancia del país.

Lo precede el pedestal sin monumento que posiblemente sostenía a Lenin. Ahora este edificio destruido por la guerra y el abandono es el símbolo nacional de la victoria abjasia, de un accidentado y pequeño país cuya independencia ficticia para unos, real para otros ya superó de facto los 25 años. Así lo anuncia un gran cartel con los colores de la bandera nacional.

3. Degustar la comida del restaurante Haptaa

En el agradable e interminable paseo marítimo de Sujumi es donde se puede contactar con la población local (cada vez más uniforme pues es esencialmente abjasa, armenia y rusa). En él se han instalado modernos restaurantes, cafés, clubs y vinotecas activos principalmente a la caída del sol. El restaurante Haptaa tiene un agradable patio con cenadores más privados al estilo armenio y un agradable restaurante con balcones donde degustar la cocina del país, y por ende, georgiana y caucásica. Abundan los ricos asados de carne o el chakapuli y como no el jachapuri o pan con queso fundido y huevo… El frutado y dulce vino abjasio también se puede probar en este tradicional lugar. Atención pues las cartas están en ruso por lo que mejor o saber el idioma o bien utilizar un lector traductor para ir orientado. El tema del idioma es uno de los grandes hándicaps para conocer este país que vive esencialmente del turismo ruso.

4. Dormir en el hotel Ritsa, un alojamiento de principios de siglo XX

Se trata de uno de los hoteles más antiguos del país (1914) que todavía conserva sus estancias, mobiliario, cortinajes y grandes espacios donde se respira la decadencia de un glorioso pasado. La construcción neoclásica se funde con el monumental edificio del Teatro Nacional con su majestuosa fuente y puerta de entrada de inspiración claramente oriental. Los balcones dan al paseo marítimo y el Mar Negro y resultan evocadores en los amaneceres y puestas de sol. Por lo demás las estancias comunes son lúgubres como el viejo sistema. Se han abierto otros modernos y funcionales hoteles en la capital como Leon Boutique Hotel y pueden ser punto de partida para conocer los alrededores inmediatos: jardín botánico, restos de la fortaleza de Bagrat o el curioso y enigmático laboratorio de monos. Pero también el resto del país pues dada su dimensión en un día se puede ir y venir hasta de los lugares más apartados.

5. El Nuevo Athos

Siguiendo con la idea de lugares prohibidos aquí se instaló una versión que casi nada tiene que ver con el Monte Athos (Agion Oros) en Grecia donde existe la última república monástica vetada al sexo femenino. Eso sí, las vistas desde el vecino monte con su remozado castillo son espectaculares. El resto es algo kitsch como la cascada, la cueva y los puestos de souvenirs que se despliegan  a los pies donde se halla el antiguo monasterio. El complejo monástico se construyó en la época zarista de Alejandro II para albergar a monjes del monasterio ruso de Panteleimonovskogo del Monte Athos original. Según la leyenda aquí se hizo mártir Simón el Zelote torturado a manos de legionarios romanos. El conjunto neobizantino se halla sobre una terraza que mira al Mar Negro y consta de seis templos. El monasterio que se convirtió en un punto económico de producción de velas, ladrillos, elaboración de mantequilla, frutas, hortalizas y cría de caballos. Fue visitado por insignes personajes como el emperador Nicolás II y el escritor Anton Chekhov. Fue cerrado y entró en decadencia en 1924 por “Propaganda contrarrevolucionaria”. Hoy son otros tiempos, los del geoestratega zar Vladimiro Putin y resplandecen las cúpulas doradas de la catedral como lo hacen en la misma iglesia ortodoxa rusa de La Habana.  En la carretera al Athos las campesinas venden cítricos destacando las mandarinas que dan nombre a un film estonio/georgiano, conmovedor y antibelicista, que tiene como protagonista a Abjasia.

6. El litoral de Pitsunda y Gagra

Fundadas por comerciantes griegos dominadas por romanos, georgianos, otomanos, y en la actualidad por rusos son los dos grandes centros balnearios de la costa del Mar Negro. El clima subtropical de estas localidades y sus aguas cálidas hacen que fueran lugares de veraneo de las élites zaristas pero también soviéticas y en la actualidad centro balneario de los rusos adinerados y no tanto. Aquí el verano principia en mayo y acaba en noviembre y sus aguas superan en ese tiempo los 25 grados. Ambos centros no presentan un legado monumental destacable pero además la guerra tampoco ayudó al mantenimiento de sus infraestructuras ya caducas e impersonales. Eso sí el litoral algo accidentado de Pitsunda con su cabo abriéndose al Mar Negro merecen un paseo detenido. Gagra tiene una pintoresca bahía y se encuentra a tan sólo 35 km. de la localidad de moda en Rusia: Sochi.

7. Lago Ritsa, el espejo del Caucaso

Sin duda el atractivo turístico más importante de Abjasia. No sólo por el espectacular paisaje en sí, si no por el mismo trayecto que sigue el curso del río Yupshara atravesando espectaculares cañones y densos bosques de misteriosos árboles “barbudos”. El lago se halla a unos mil metros de altitud y está rodeado por las montañas más espectaculares de este desconocido y guerrero país. Aquí se reflejan las imponentes montañas del Cáucaso con altitudes superiores a los 3.000 metros lo que nos hace recordar que el techo de Europa no se encuentra en los Alpes del Mont Blanc sino el Monte Elbrus, no muy lejano. Aquí tuvo su residencia o “dacha” de verano Stalin donde su paranoica personalidad idearía la Unión Soviética y su intento de conquistar ideológicamente el Mundo. J. Stalin nació en el seno de una familia pobre en Gori, Georgia. Ritsa se engloba en el principal parque nacional del país que incluye las cumbres más altas del Cáucaso abjasio (Monte Agepsta 3.256 m.). El lago sólo permaneció en el ideario gracias a ser referenciado por pastores y cazadores. Fue en 1895 cuando el geógrafo y viajero ruso Nikolay Albov lo descubrió e insertó en los mapas.

8. Tkavarcheli, arqueología industrial

Sí hay algo que caracteriza a este país a parte de su espectacularidad paisajística es su destrucción a nivel de mobiliario urbano y rural pero también industrial. Es el caso de Tkarvacheli y algunas localidades cercanas de aquí sus moradores tuvieron que marchar dejando un espacio fantasma donde las malas energías se sienten a cada rincón. Su gran cimentera y minas de carbón están cerradas y junto a ellas una población que de ser una activa ciudad abjasia ha pasado a ser una ciudad semivacía. El conflicto armado con Georgia supuso que el 25% de la población huyera y otro porcentaje se reubicara o emigrase ante falta de perspectivas económicas de un país de facto fallido. Esto hizo que de unos 25000 hab. se pasase a escasos 4.000. Una localidad cercana es un auténtico  pueblo fantasma: Otapi, un ejemplo del infame e injustificable resultado de la guerra.

9. El misterioso Valle del Kodoris

Cerca de la capital sale un valle que se va estrechando conforme se adentra a la zona más alta del país. Aquí los picos se acercan a los 4.000 metros y los glaciares resisten al cambio climático: es el castigado Valle de Kodoris. Se ubica en los límites de la vieja Cólquida donde se desarrolla el mito griego de los argonautas de Jasón en busca del vellocino de oro. Es lo que hoy se conoce como Alta Abjasia conquistada en un segundo enfrentamiento bélico a Georgia. Como siempre los restos de una vieja fortaleza vigilan la entrada al valle, después toda una serie de pueblecitos semiabandonados que nos hablan de la riqueza agraria de esta zona del país. Pequeños lagos como el Amtkel, forestas impenetrables nos hablan de un territorio misterioso donde vuelve a vagar el fantasma de la guerra.

10. La cascada de Gega, o la cascada del Cáucaso

Al noroeste del país se halla una de las cascadas más espectaculares y emblemáticas de este accidentado territorio. Se halla a más de 500 metros sobre el nivel del mar y tiene una caída cercana a los 100 metros. Se halla a 6 kilómetros de la confluencia del río Gega y el Yupshara en un paisaje de oquedades, cuevas y pasillos subterráneos ideales para los amantes de la aventura. Una de las cuevas principales por donde transcurre el río tiene más de 300 m de longitud. Un excelente lugar para practicar el senderismo y la observación de una flora y fauna inusitada en nuestro paisaje mediterráneo.

GeoramaAdmin

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